En esta semana es Neogeminis quien nos propone un reto: ha elaborado collages con diferentes objetos y nos propone que, inspirándonos en uno de ellos, hilvanemos nuestro relato. La verdad es que solo ver el primero me vino a la cabeza la historia que hoy te cuento, así que a ver si te gusta.
Pequeño tesoro.
La casa estaba fría y algo oscura. La recordaba cuando estaba llena de vida, ella apenas una niña y llegar allí, a casa de sus abuelos maternos, era toda una explosión de vida para sus sentidos: la luz de los ventanales entrando al salón e iluminando de lleno el sillón de lectura del abuelo; el olor de un caldo, potaje o cocido que la abuela tenía al fuego, borboteando a llama lenta, alguna copla acariciando sus oídos, cantada por su tía mientras faenaba. Y ahora todas las habitaciones parecían atrapadas en un duermevela de soledad y abandono. Algún gusano caminaba distraído por la cocina y telas de araña brillaban en los rincones.
Qué recuerdos. Como los de aquella caja, que parecía contener un pequeño tesoro: la pipa del abuelo, la fragancia de la abuela. La rama de acebo bajo la que se besaron aquellas navidades de 1950. La tirita con la que ella quiso ayudarlo a él, que torpemente se había pellizcado los dedos con aquellos alicates mientras montaban el cuarto de la tía Rosa, que sería su primer bebé. Las cartas que se escribieron cuando eran novios.
De toda la vida que aquella casa había emanado, de sus propios abuelo y abuela, solo quedaba eso: un puñado de objetos. Cogió el camafeo de ella, y el reloj de arena de él y se los guardó en el bolso. Qué pena que dos vidas se reduzcan, con la muerte, a un puñado de cosas.
Pero entonces, al levantar la cabeza, se vio reflejada en el espejo de la cómoda: reconoció, en su propio rostro, los ojos verde aceituna del viejo. Y en su cuerpo, rotundo y fuerte, la estructura de su abuela. Y más allá de eso, - pensó sonriendo - supo ver la determinación de ella en aquella arruga que a veces se marcaba entre sus cejas, cuando estaba obcecada en algo. Y también la ilusión de él, su capacidad de ver el lado bueno y alegrarse ante cualquier vicisitud de la vida. El despiste de tía Rosa ...y su buen oído, también estaban en ella.
Así que no, la vida no se había reducido a una caja de cosas. La vida latía en sus venas con la fuerza de sus ancestros. Esa era el verdadero tesoro.
Como siempre, te animo a que leas a otras personas que participan el reto. En esta entrada han ido dejando sus aportaciones.
Me costó un poco esta vez escribir un relato con el que encontrarme satisfecha, pero ayer tarde, la lluvia y la bajada de temperaturas me inspiraron muchísimo.
Que bonito relato, me ha encantado!!
ResponderEliminarUn relato muy tierno.
ResponderEliminarLa magia del ADN se perpetúa en el tiempo.
Besos.
El mejor recuerdo, mirar en el espejo y ver el reflejo de la familia, un poco de cada. Entrañable relato,. Abrazos
ResponderEliminarUn relato precioso, mezcla de melancolía y buenos recuerdos ya vividos años atrás, pero es la realidad.
ResponderEliminarBesos.
Muy bonito relato, y bonito mensaje el de buscar a nuestros ancestros ennosotras mismas, la huella está. Besos!
ResponderEliminarAy qué bonito. A mí me pasa a veces, en el espejo veo cosas de mis padres y abuelos, no solo heredamos objetos.
ResponderEliminarEnhorabuena y feliz día.
Que bonito. No solo has reflejado el contenido del colesterol. El espejo , al enfrentarlo, guardaba muchas más cosas
ResponderEliminarAbrazo Noe
Contenido del collage
EliminarUn tierno relato que nos deja ese halo de nostalgia que con la lluvia en tu mente te ha inspirado y bien hecho. Gracias por compartirlo. Un fuerte abrazo.
ResponderEliminarMuy bonito el relato
ResponderEliminarUn beso
Super bonito!
ResponderEliminarEntrañable historia que me alegra haber ayudado a inspirar y que te agradezco compartir en este nuevo encuentro juevero. Un abrazo y muchas gracias por sumarte con entusiasmo y creatividad poética.
ResponderEliminarEs como magia mirarse al espejo y con la edad, reconocer en uno mismo los rasgos característicos de padres, abuelos o familiares queridos que ya no están! Efectivamente, como tu dices, siguen viviendo en un pequeña porción de nosotros! Un abrazo!
ResponderEliminarit looks amazing so pretty memories
ResponderEliminarSomos quienes fuimos...todos nuestros ancestros estan en nostros de alguna u otra manera.
ResponderEliminarUn relato maravilloso, Noelia.
Me ha encantado.
Como siempre un placer poder leer tus relatos Noelia, este en concreto me ha encantado. Un beso
ResponderEliminarSomos la continuación de la familia. Cierto es que se van perdiendo cosas con las generaciones, pero siempre queda algo que nos recuerda a nuestros antepasados.
ResponderEliminarBesos.
Muy tierno, lleno de hermosas reflexiones sobre nuestros seres amados que van al Más Allá y lo que verdaderamente nos dejan. Un abrazo.
ResponderEliminarOtro gran relato, amiga, tienes todos los recursos, una vez más constato.
ResponderEliminarAbrazo sin sombrero.
No es precioso, es preciosísimo...hay ternura, nostalgia y reconocimiento hacía los que nos precedieron. Besos.
ResponderEliminarMirarnos al espejo y reconocer a nuestros ancestros es algo casi mágico, es genial sentir la seguridad de pertenecer a la familia y saber que ellos viven en nosotros. Ese perrito me ha enamorado, dale un achuchón de mi parte.
ResponderEliminarBesos
Como dice la canción: estamos hechos de pedacitos de alguien, de latidos y sangre. Ella vio en los objetos algo de ellos pero en ella los vio por completo.
ResponderEliminarUn beso
Me parece entrañable tu relato, de esos que llegan al alma, y el perrito me ha encantado.
ResponderEliminarBesos.
Jo, me ha encantado! Y la foto de tu ventana chorreando también. Son los momentos ideales para leer o escribir, y ese olor a tierra mojada... Un besote!
ResponderEliminarson nuestros recuerdos un caleidoscopio sorprendente que acompañamos de una sonrisa cuando los retomamos. No se si existen los acontecimientos negativos nuestra mente los elimina sin contemplación. Un abrazo
ResponderEliminarCreía que te había comentado diciendo que esos recuerdos olores . Luminosidad y alegría también los percibía yo al llegar a la casa de mi abuela. Quizás como ha habido más relatos referido a los abuelos, lo mismo me he confundido, en cualquier caso es un buen relato.
ResponderEliminarMe ha emocionado y mucho. A veces nos empeñamos en guardar recuerdos materiales de aquellos que añoramos y olvidamos que los llevamos siempre con nosotros en nuestra misma piel. Saludos!
ResponderEliminarLa foto de Betty me encanta
ResponderEliminarBsss