En esta vida de prisas, de producir y consumir, de conseguir “logros y objetivos” y demás valores que a veces se nos van de las manos y generan más ansiedad que otra cosa, la conexión con nuestros propios sentidos, la capacidad de disfrutar y el placer de saborear, oler, mirar, oír o sentir…se nos olvida. Y esto hace que vayamos en desconexión con nuestro cuerpo, que al final, seas o no creyente de cualquier filosofía o religión es el vehículo que te lleva por el mundo.
Se capaz de frenar, pararte a sentir y a disfrutar de la información que te dan tus receptores sensoriales, siempre que esa posible, es lo que define la sensualidad…que al final tiene mucho que ver con tu capacidad de disfrute.
¿Exploramos esta idea un poco más? ¡Vamos al lío!