Ese inicio sugerente nos propone en esta ocasión Myriam para que escribamos unas líneas. Solo esa indicación, el género de nuestro relato puede ser el que nosotros deseemos en base a tal inicio. Y yo, una vez más, he dejado volar mi imaginación y esto es lo que ha salido...
Sucedió en la fabrica.
La primera vez, sucedió en la fábrica. No daba crédito a lo que vi, pero por suerte supe disimular muy bien y
mi paciente apenas se dio cuenta. Terminamos exitosamente la visita a esas
instalaciones, dentro de nuestro programa de habituación a su agorafobia. Salí
contenta, porque estaba superando muy bien todas las visitas que le proponía,
pero muy revuelta de lo que había presenciado: Antón me sonreía desde unas
escaleras metálicas, muy quieto mientras me miraba fijamente.
Pero déjame que te explique:
Antón era mi marido y lleva muerto dos meses. Su pérdida, totalmente
inesperada, había supuesto un mazazo emocional increíble para mí. Tanto fue que
acababa de incorporarme de casi dos meses de baja para poder hacer mi duelo
tranquila.
Y algo debía estar fallando en mi
incorporación a la rutina, porque estaba teniendo alucinaciones. Yo, que tantas
veces había ayudado a personas a seguir viviendo tras despedir a seres
queridos, me planteé esa tarde que iba a tener que buscar ayuda en algún
compañero de curro.
Sin embargo, la cosa no solo no
quedó ahí…es que comenzó a hacerse cada vez más frecuente. La vez próxima
estaba en la estación de metro y me miraba, de nuevo sonriente, desde un banco.
La siguiente, en el ascensor, reflejado en el espejo, a mi espalda (sí, esa vez
pegué tal salto que la vecina del quinto me miró espantada).
Y por fin, hace unos días, acaba
de presentarse por casa. Unas veces está en la banqueta de la cocina, mientras
corto las patatas para una tortilla. Otra, me ve vestirme para el trabajo desde
una esquina de la cama. Incluso en el baño acaba de estar hace un rato mientras
me pintaba las uñas de los pies.
Me he acostumbrado a hablarle (cuando estamos solos, claro). Él no dice nada, pero me reconforta que me escuche. Además, como siempre tiene esa expresión afable que le caracterizaba, a su compañía se suma el hecho de que me da seguridad:
- ¿Crees que debería podar de nuevo esta maceta, cariño?
- ¿Me pongo el jersey rojo, o el negro con este par de pantalones?
- ¿Quieres creer que no me acuerdo de si eché sal al guiso?
Y su simple presencia, me ayuda a decidir. Y por eso mismo también he decidido otra cosa: no pienso ir a terapia. La sola idea de que sea efectiva y que Antón vuelva a desaparecer de mi vida, me produce auténticos escalofríos.
Dejo aquí la entrada del blog De amores y relaciones donde podrás ver otras participaciones.
Creo que no es sano quedarse en esa zona de sueño permanente.
ResponderEliminarSaludos.
Qué bueno.
ResponderEliminarComo dice Emilio Manuel no es bueno quedarse en la zona de sueño permanente, pero creo que yo en su caso también renunciaría a la ayuda para estar con Antón.
Enhorabuena por el relato y feliz jueves.
Es un texto realmente espectacular. Esa agarobia que trata, dejando retazos de una relación que acabó en muerte. Pero la propia psicóloga y esposa, cae en dejar que el difunto siga a su lado. Y no quiere terapia :-)
ResponderEliminarUn brillante texto. Un abrazo
El relato es bueno y describe una sensación vivida por muchas personas, pero el consuelo que llega es ficticio y acaba por hacer mas daño que remedio. Un abrazo
EliminarMuy original tu relato, Noelia.
ResponderEliminarEn casa del herrero, cuchara de palo que dicen en mi pueblo, je je je
Besos
Me ha gusatdo el relato, y que la protagonista se salte sus propias barreras. Los duelos no acaban cuando una lo decide, acaban cuando acaban, y quizá necesita más tiempo del que ella misma se ha dado. Quien sabe, puede que lo deje marchar más adelante, puede que no. Eso esalgo que sólo ella debe decidir.
ResponderEliminarBesos!
Me ha fascinado: creo que de todos los que has escrito es el que más me ha gustado, ¿por qué será? Ja, soy una romántica empedernida
ResponderEliminarInquietante..
ResponderEliminarAquello que creemos que nos ayuda, no siempre es la mejor terapia. En ocasiones, es una adición que se apodera de la persona.
ResponderEliminarBuen relato Noelia. Saludos
No solo me ha gustado sino que lo he visto de una sensibilidad pasmosa. Ese fantasma es una presencia desde el acariño y el amor.
ResponderEliminarFabuloso Noelia. Un fuerte abrazo.
Qué bueno.
ResponderEliminarMe ha parecido un relato genial.
La mente a veces ayuda a superar la triste la realidad.
MUY BUENO!!!
Besos.
Sublime... Ángeles ... siempre presentes
ResponderEliminarMe encanta como eres te miro las canas y te admiro
ResponderEliminarYo no podria soportarlas.
Las tengo desde hace miles de años y me he aclarado el pelo porque se notan mucho menos Ando rubia jajaja
bella tu entrada brindo por vos
👏👏👏👏
ResponderEliminarNO suelo leer los comentarios anteriores antes de responder, pero esta vez lo hice. Lo confieso. Coincido con el comentario de BEATRIZ. Los duelos acaban cuando acaban, y es norma unos dos años. Pasado ese tiempo, si recomendaría terapia. Pero muchas veces me he preguntado ¿Cuanto dura el duelo por la muerte de un hijo? Seguirás viviendo, ¿pero ese duelo no es una herida que dura toda la vida de uno? Y Antón, un amor muy profundo con muerte inesperada para la que no hubo preparación alguna ¿Puede el duelo del cónyuge superviviente resolverse en dos meses? Claro que no. Tu relato lo explica muy bien. Muchas gracias por haberte sumado a mi convocatoria.
ResponderEliminarBesos
Me ha gustado tu relato. Ya me gustaría a mí tener esas alucinaciones... Un beso
ResponderEliminarsometimes people can see their love one who were gone
ResponderEliminarCada uno necesita su tiempo, su proceso y sus herramientas para superar un duelo pero anclarse en él no puede ser bueno nunca, pues mientras crees llenarte, en realidad, te estás vaciando. Pero tu relato es estupendo, Noelia, sinceramente.
ResponderEliminarUn beso enorme.
Creo que es un consuelo inicial muy importante pero a la larga le puede hacer más daño.
ResponderEliminarTus relatos siempre me dejan con ganas de más.
Besitos
Mientras su presencia te ayude, que siga poblando tus días! Buen relato. Un abrazo
ResponderEliminarEs precioso!!comprendo que no vayas a terapia, hay veces que se vive mejor sin tener los pies en el suelo. Besos.
ResponderEliminarOriginalísimo tu relato y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarNo sabría que aconsejarle a tu prota porque la vida está tan fea y desastrosa que mejor vivir en una burbuja de sueños hasta que pase la marea, jajajaj
Buen relato
ResponderEliminarUn beso
estate tranquila, si ellos no ven es por que no saben mirar. Si supieran la compañía que hace ni se lo plantearian, es más puedo casi asegurarte que te tienen envidia cochina. Por cierto, esta leyendo por encima de tu hombro en este momento. Un abrazo
ResponderEliminarSiempre creí que se acababa una vida cuando otro moría.... a veces alucino con alguna de mis amantes que por pena un día murió, a veces la siento sentada en mi cama... lo demás es algo privado, entre ella y yo.
ResponderEliminarUy... ese déjame que te explique da un giro al relato jajaaj
ResponderEliminarBueno, a veces esas imágenes se quedan en bucle en la mente.
Bss
¿Por qué dejar ir a alguien, cuando se puede continuar teniendo su presencia?
ResponderEliminarLa protagonista pasó de la inquietud a la aceptación de esa presencia fantasmal.
Bien contado.
Besos.
Si uno ha querido a alguien el fantasma o la presencia imaginaria es bienvenida
ResponderEliminarOriginal y precioso tu relato, Noelia
ResponderEliminarBesos
Siempre que no aleje de la realidad...fijate que me parece una opción hasta positiva. Precioso relato. Saludos!
ResponderEliminar